
Llevo días que me ronda una entrada sobre Afganistán, pero no me decido a ponerla, por ser un tema complejo, con muchas aristas, por respeto a nuestra gente que está allí, por complejidad (¿ya lo he dicho), por corrección política...¿por prudencia?

Al margen de los temas tácticos de la "misión", donde son evidentes las carencias de los protocolos de enfrentamiento, la carencia de medios, donde muchas veces se hacen las cosas por el empeño de las personas, más que por los materiales aportados, etc. O de los estratégicos, está el tema que nos preguntamos la gente "de a pie": ¿Por qué estamos allí?¿Qué se nos ha perdido a nosotros?¿...?
A parte de las dádivas del gobierno de Zapatero, que intenta enjuagar otros errores de la política exterior, poniendo "toda la carne", en el asador de Afganistán, existe un tema del que no acabamos de ser conscientes, ni nosotros (ciudadanos normales), ni parece que muchos gobiernos y dirigentes, del llamado mundo occidental. Algo que trasciende nuestra realidad actual.
Lo dicho, sin entrar en historias concretas, realidades cotidianas o tragedias diarias, lo que es Afganistán, es clarísimamente un campo de batalla, donde los actores inmediatos son los insurgentes, talibanes, terroristas y las tropas internacionales y del propio país que intentan controlar lo que está fuera de su control, aderezado por señores del opio, por asilos cercanos donde se refugian las milicias de Alqaeda, etc.
Pero en el trasfondo de todo ésto, de lo que se trata realmente, es de la lucha entre dos civilizaciones, entre dos conceptos diferentes de ver el mundo, entre dos realidades antagónicas.
Allí se está dirimiento el futuro de nuestro mundo occidental, presionado y amenazado por el más radical integrismo islámico.
Las normas de este conflicto son duras, por lo que se ve inasumibles por el lado occidental, nada de daños colaterales, nada de perder la sensación de control, nada de que trascienda la sangre y las vísceras a nuestros confortables hogares con televisiones de plasma y aire acondicionado.
Pero la otra parte no conoce estas suavidades, alguno de los ingredientes de este pastel, llevan décadas en guerra, su mayor honor es inmolarse en nombre de Alá y de la promesa de un paraiso, del que los occidentales disfutamos en vida.
Afganistán es la trinchera donde se combate por el futuro de lo que será la concepción del mundo en el próximo siglo, o quien sabe sino antes.
Si Afganistán cae, la guerra se trasladará a otro escenario, cada vez más cercano al felpudo de bienvenida de nuestra casa, cuando la batalla se libre en nuestro terreno, ya no habrá solución.