lunes, 31 de agosto de 2020

PEDALADAS VII 2020



Último día de agosto. Yo he vendido mi moto. El mayor está en Cádiz empezando la vida que se convertirá en su carrera o la carrera que se convertirá en su vida. El mediano aprovecha los últimos días ociosos antes de comenzar este, que será, un extraño curso. El pequeño comienza mañana la guardería y ya no dejará las aulas hasta, en el mejor de los casos, el comienzo de su edad adulta. Desde que no tengo libros nuevos que forrar, con ese plástico con aroma a petróleo, no le acabo de encontrar la gracia a eso de la "vuelta al cole" y menos en este pandémico 2.020.
Llevo ya varios años que no le pillo el punto a la vuelta, pero éste creo que ya se lleva la palma.
Este verano he descubierto el surf, esperemos que el surf me descubra a mi y tan amigos.
Al final hemos podido disfrutar de dos largas semanas de playa. Pasado unos días también en nuestras patrias chicas y movernos, mascarilla y desinfectante en ristre, por esos mundos de Dios, sin confinamiento ni estado similar. Ha sido todo muy raro. Es todo muy raro, pero encararemos este comienzo de curso, para intentar normalizar las cosas. Espero que no sea el efecto que le llevaba a la orquesta del Titanic a seguir tocando mientras se hundía el barco. Espero. 
¿Por qué habré vendido mi moto? ¿Os he dicho que he vendido mi moto? 
Lo de la vuelta al cole tiene guasa. Hasta el último momento no habita instrucciones claras de cómo actuar, al final se han marcado unas premisas, y que el sol salga por donde quiera. No habrá madrugadores, ni extraescolares, quieren que los niños entren a las 9h y salgan a las 14H. Por mi genial, en un mundo de chachi piruli, porque resulta que los padres, simples mortales, tienen que trabajar un montón de horas, en muchas ocasiones con horarios partidos, para poder pagar la hipoteca y el coche  y la ropa, el vestido y la comida, malas costumbres que tienen algunos. 
Los que legislan, parece ser que hace mucho tiempo que perdieron el oremus y la realidad. ¿Os acordáis de aquello de Zapater de si sabía lo que costaba un café?
El comienzo de curso se ha convertido en una espada de Damocles, también en un quiero y no puedo, en una declaración de intenciones. 
Igual se lían la manda a la cabeza e implantamos el horario de Londres y la jornada inglesa, las jornadas intensivas con 20' para comer y las tiendas y la televisión se adaptan a una forma de vida en que a las 18:00 está todo cerrado. 
¡Bien!! Ni de coña. Me temo que será lo de siempre, una minoría pudiendo llevar esos horarios como privilegiados de una sociedad que cada vez más, vive de las desigualdades y el resto, sálvese quien pueda y ver si las empresas dan esa flexibilidad que de ser recomendable, ha pasado a ser imperativa.
Uno de los objetivos que me marcaba todos los comienzos de años y todos los comienzos de curso, era el de montar más en dos ruedas. No se si os he dicho que me he quitado la moto, dejará de ser un objetivo recurrente ese: montar en dos ruedas. Snifff, ¡qué pena!

miércoles, 26 de agosto de 2020

La irreversibilidad de la muerte.

 


Recientemente ha fallecido un tío mío, muy allegado, el hermano de mi madre. En estos últimos años han fallecido algunos más, también muy allegados. De esos que forman parte de tus recuerdos infantiles, de las fotos de los cumpleaños, los veraneos. Los recuerdas de las grandes mesadas de celebraciones, fiestas familiares, bodas, comuniones, noches buenas, noches viejas. Te has reído, has conversado, has aprendido, en definitiva: has crecido con ellos. Son parte de tu imaginario, de tus recuerdos y por supuesto de tu vida. 

Me viene muchas veces a la mente ese dicho: "La mesa larga, los abuelos vivos, todos lo tíos y primos reunidos. Comida en la mesa. De niños éramos ricos y no lo sabíamos".

De estas personas nos queda su legado, el más evidente, su principal obra: sus hijos, mis primos. Si te fijas bien, si te paras a observar, los podrás ver en éstos, en sus gestos, en sus expresiones, en su conducta. Allí hay algo de ellos, lo puedes llegar a ver. No se han ido del todo. Además me gusta pensar, que es cierto aquello que donde existe el recuerdo, la muerte no tiene poder. De esta manera mientras los recordemos, los tendremos con nosotros de una u otra manera.

Dicen los psicólogos, que lo más difícil de entender por los niños, es la irreversibilidad de la muerte. Pueden entender que el abuelito se haya ido, pero no son capaces de entender que nunca volverá. Preguntan por él tiempo después, o esperan que en cualquier momento llame a la puerta, o si se les ha dicho que se ha ido al cielo, miran hacia allí, esperando que en un momento u otro vuelva, porque en sus pequeñas cabecitas no entienden que es para siempre. El concepto para siempre también se les escapa. No conciben que nunca volverán a abrazarlo o a compartir relatos, paseos y aventuras. 

A los niños les cuesta entender la irreversibilidad de la muerte, sinceramente: a mi también.

Mis últimas lecturas del 2023 y primera del 2024

 Os traigo,  como ya es mi costumbre, mis últimas lecturas, las de finales del 2023 y estos dos primeros meses de  2024. Han sido bastantes ...