Haciendo equilibrios, en vilo, en un ay! constante.
Se nos va febrero, el pasado fin de semana en el siglo XIII, con muchos frentes abiertos y la sensación de resbalar por un tobogán infinito al que no se le ve el final.
Sin tiempo para nada, los días acelerados.
Una cena en Estella, un febrero veraniego, proyectos en el tintero, viajes en la memoria y el coronavirus causando estragos por el mundo, sobre todo, sembrando el pánico. ¿Con motivo?¿Sin él?¿Una tormenta en un vaso de agua?¿Una nueva gripe española?
Tan pronto se ve amenazada nuestra cómoda existencia occidental, donde la mayor de las preocupaciones es buscar una buena guardería.
Una cena de San Valentín, un ramo de rosas rojas.
Un libro inacabado, un viaje a norte de Francia.
Un fin de semana en la nieve, unas brasas con vistas, un despertar a los sentidos. Trineos, raquetas y otros artilugios para evolucionar en la nieve.
Una nueva serie Top Boy, entretenida.
Un futuro incipiente, una carrera en ciernes. Calificaciones, viajes de estudio como amenazas en el horizonte.
Mañana un examen de inglés.
Un trabajo del que mejor no hablar. Y así seguimos, en el zaguán de un próximo mes, marzo, mes de cumpleaños. Será aquello de cuando marzo mayea, mayo marcea. no adelantemos acontecimientos: andaremos y veremos...
