martes, 16 de abril de 2019

Arde París.



Viendo las imágenes del incendio de la catedral a orillas del Sena, no podía dejar de sentir varias cosas: Por un lado, que mis hijos se iban a quedar sin poder visitar, el que a todas luces, para mi era el monumento más bonito de París, sobre todo ese paseo por el cielo al lado de las gárgolas. Por otro, que algo mío se estaba quemando también, recuerdos, sensaciones. También la impotencia cuando ves que algo hermoso se destruye, sin que tú ni nadie pueda hacer nada por evitarlo.
Ver elevarse esas llamas en el cielo parisino, te da la sensación de que es nuestra vieja Europa la que es pasto del fuego. Vemos quemarse nuestra historia, nuestros orígenes. París recibe un nuevo golpe. Me embarga una terrible tristeza. ¿Encontrarán en las brasas el corazón de plomo de algunas de las estátuas que han perecido en el incendio?
 
 
No hay ninguna duda que Notre Dame vertebraba Francia, pero también Europa. Símbolo, de la occidentalidad, del cristianismo, de la medievalidad, de una ciudad que ha sido muchas cosas, la "bohemme", la moda, la modernidad, la ilustración, la revolución, la ocupación. Lo que no hicieron los alemanes en 1944, cuando aquel "Arde París", lo ha conseguido, dicen; un descuido en las obras. Espero, de verdad, sinceramente, que haya sido un accidente y que nadie haya sido, llevado por el fanatismo y la ira, el responsable de que cientos de años de historia, de identidad y de belleza sean devorados por el fuego. Eso sería un atentado contra la humanidad entera, contra la sensibilidad, la belleza, la cultura. De verdad, prefiero mil veces la versión del error, pues errar, efectivamente es humano, lo contrario, sería un acto de tal maldad, que prefiero no pensar que forma parte de nuestra naturaleza.
Que tras esta tragedia, sin ambages, pueda haber gente que se alegre o que desee que le pase a otro templo, por ejemplo el "tweet" de Máximo Pradera, por mucho que queramos envolverlo en el humor, hay cosas que no hacen ni puta gracia. Algunos se destapan y nos muestras sus enfermas y carcomidas mentes. Pues bien, indeseables, algo vuestro también se quemó anoche.
 
 

viernes, 12 de abril de 2019

Mis lecturas de invierno y primeros días de primavera 2019.


Bueno, que mejor que publicar el día de mi cumpleaños.
Ayer comentaba si yo sería capaz de estar tres meses en la casa de Gran Hermano. Sin salir, entre cuatro paredes y si poder coger un libro en todo ese tiempo. Indudablemente, no. Por muchas razones, pero estar tres meses, con tu vida en suspense, siendo una atracción de feria mediática y no poder leer en todo ese tiempo, es un motivo, más que suficiente por si mismo, como para apartar el cáliz del la fama efímera de un concurso televisivo y seguir en mi anonimato. Leer, cada día, aunque sólo sea un poquito, es un placer, sin duda no suficientemente bien ponderado y menos por los participantes de este tipo de concursos.
Así que desde mi atalaya Zaragoza, mi montaña mágica, traigo las lecturas de mis últimas semanas. A cada cuál mejor. Un auténtico disfrute. Un hemorragia de satisfacción lectora.


"Embajador en el infierno", de Torcuato Luca de Tena. Un libro que tiene sus añitos. Cuenta la experiencia del capitán Teodoro Palacios Cueto, capitán de la División Azul, en su cautiverio en la Unión Soviética, sus penurias y grandezas. El que fue director de ABC y testigo de excepción en la llegada del buque Semiramis al Bósforo (el barco que fletado por la Cruz Roja devolvía a los cautivos a su libertad), nos cuenta las vicisitudes que pasaron un grupo de españoles, comandados y lideramos por este capitán en diferentes campos de prisiones de los URSS. Pudiendo finalmente llegar al puerto de Barcelona en abril de 1954, después de 11, 12 y 13 años de sufrimiento. Un libro con u lenguaje épico, muy diferente de lo que estamos acostumbrados hoy en día a leer y escuchar. Nos retrotrae a un pasado que nos parce increíble que haya existido, del que ya apenas quedan reminiscencias de esas palabras, de esos sentimientos , de esas gestas. Fue un libro que en la época de su publicación tuvo diferentes reconocimientos del régimen y del que se llegó a hacer una película, protagonizada por los grandes galanes de la época. Leído hoy, mucho años después, el libro no deja de asombrar  por su fuerza y lo épico de su personaje principal. Y por describir una realidad que hoy parece pura ciencia ficción.
 
 
"Derecho natural", de Ignacio Martínez de Pisón. Me ha encantado esta novela. Este pasado mes de marzo leí un artículo donde hablaba de la relación padre-hijo, que se veía reflejada, como uno de los grandes temas, en múltiples obras de literatura. Algunas más recientes era nombradas y entre ellas, dos de los libros que traigo en esta entrada, una era ésta y la otra "La invención de la soledad" de Auster. Martínez de Pisón, nos trae la vida de Angel, cuyo padre es un ser inconstante, melifluo, descarnadamente humano, al final, no tan distinto del propio Angel. Nos describe todo con unos ojos de observador medio sorprendido, medio curado de espanto. Nos describe una época pretérita, en una España que va democratizándose y saliendo de un franquismo de andar por casa. Nos describe con una normalidad pasmosa, una familia irregular y desde luego nada convencional, y menos para la época. La novela tiene un fondo optimista, con situaciones tremendas, pero siempre tienes la sensación de que lo mejor está por llegar y que nuestro protagonista siempre saldrá airoso. He disfrutado con ella. El autor zaragozano, cada día me gusta más y aquí está inconmensurable. Si ninguna duda, leerla por Dios. Es un canto a la vida.

 
"Los desertores", de Joaquín Berges. La historia real de dos soldados británicos que combatieron en la batalla del Somme y finalmente son fusilados por desertores; es el hilo conductor que nos introduce en la vida de Jota (Jacinto), la de su padre, su hermana, su madre, su mujer. De nuevo una novela que habla de la relación de padre e hijo, de como el hijo termina viendo desaparecer al padre, de las cosas que se dicen y sobre todo, las que no. Muy fácil de leer. El apoyarse en el conflicto bélico de la I Guerra Mundial, para mi ha sido perfecto, pero en cierto modo me esperaba algo más al final, en relación a Jacinto y sus circunstancias.
 
 
"La invención de la soledad", de Paul Auster. Paul tras la muerte de su padre, escribe para recuperar la figura paterna, para intentar darle consistencia, para analizar su relación con él. El libro está estructurado en dos bloques, el primero el retrato de un hombre invisible, centrado en la figura del padre y el segundo el libro de la memoria, donde son sus propios pensamientos y recuerdos los que le acercan a esa figura. "La invención de la soledad. O historias de vida y muerte". La escritura como remedio, como asidero, como rescate.
 
 
"Stoner", de John Williams. Un extraordinario descubrimiento. Una auténtica obra maestra. La sensación de haber disfrutado de uno de los mejores libros de todos los tiempos. El libro es sencillo. El hijo de unos humildes granjeros, a principios del siglo XX, se traslada a Columbia a estudiar agricultura y acaba quedándose extasiado por la literatura, se convierte en profesor, crea una familia y muere. Así de simple, así de concreto, así de bello. Lo dicho, un ejercicio de lectura extraordinario. En dos días me lo terminé, no podía dejar de leer. Hacía días que no me pasaba algo así. Sin grandes alharacas, sin grandes historias. La vida de un hombre, no hace falta más.

Mis últimas lecturas del 2023 y primera del 2024

 Os traigo,  como ya es mi costumbre, mis últimas lecturas, las de finales del 2023 y estos dos primeros meses de  2024. Han sido bastantes ...