La España Vacía.
En el año 2016, Sergio del
Molino, periodista y escritor, publicaba
el libro titulado “La España vacía: Viaje por el país que nunca fue”.
Del Molino, contaba ya con
algunas publicaciones que habían tenido una muy buena aceptación, pero el éxito
de este título fue inmediato, se
multiplicaron las ediciones y miles de personas le leyeron. Su notoriedad creció
de manera exponencial. Además sirvió para sacudir conciencias y abrir un
debate, que desde hacía décadas había quedado al margen de la vida social y
política. Obligó a mirarse en el espejo, a un sistema que no quería hacerlo.
Recibió el premio al mejor libro del año, otorgado por el gremio de libreros,
también el premio Cálamo. No era para menos, que un ensayo se convierta en
superventas es una auténtica rareza. El libro, en realidad, es una mezcla de
géneros: Libro de viajes, ensayo literario, novela, crónica social. En esto
tiene mucho que ver su autor, al que yo considero además de escritor, un auténtico
agitador cultural. En su obra podemos descubrir continuas referencias a obras
clásicas, cine, música… Estudios y
creaciones anteriores que nos trae a sus páginas, en un maravilloso ejercicio
de erudición. Uno tiene la sensación, cuando acaba de leerle, que es más sabio
que antes, ya que Sergio tiene la capacidad de plantar la semilla de la curiosidad
y es raro que una lectura no nos lleve a otra.
En el caso de La España Vacía,
fue sorprendente su impacto en los ámbitos políticos, sociales y culturales. La
primera consecuencia, es que el mismo título dejó de pertenecerle y evolucionó
a la España vaciada, despoblaba o incluso: abandonada. Pasó a ser un banderín
de enganche de movimientos, que reivindicaban su existencia ante las grandes urbes
y la defensa de la España rural frente a la urbana.
Sergio planteó su ensayo desde
un prisma meramente cultural y no pudo evitar la politización del debate que se
suscitó después.
Citando al propio autor:
“ Hay una España que no viaja en AVE. Una España sin niños ni cines ni
teatros. Una España sin equipos de fútbol en Primera División y sin banda ancha
para ver series norteamericanas. Una España de la que el resto del país solo se
acuerda en vacaciones o durante el recuento electoral, pues se le echa la culpa de ser conservadora y un
lastre para el progreso, por aquello de que el voto de un soriano equivale al
de cuatro madrileños, más o menos. Es una España sin médicos ni escuelas, o con
médicos y escuelas que están muy lejos, a veces a cien kilómetros. Una España
sin empresas ni bancos ni inversores. La llamé la España vacía, una expresión
que ya no me pertenece y que no disimula la paradoja que esconde: en esa España
vacía hay gente. Dispersa, envejecida y sin peso político, pero tan real como
la de cualquier gran ciudad.”
Hablaba sin complejos, de una
manera aséptica, pero totalmente descriptiva, de lo que denominaba: “el gran
trauma”, haciendo referencia al éxodo rural que se produjo entre los años 50 a
70, donde la gente abandonó sus pueblos para integrarse en las grandes ciudades, en especial Madrid y
Barcelona, que fueron las que acogieron a la mayoría de las personas que
dejaron atrás su vida en el pueblo. Contaba cómo, la población que no emigró, que
se quedó fuera de esas grandes urbes, se sienten hoy ciudadanos de segunda y
reprochan al estado su incomparecencia. Son ciudadanos que también quieren
conectarse a internet, conseguir una ambulancia o comprar el pan, sin que esto
suponga un esfuerzo agotador. Son estos últimos los que protagonizan la verdadera
brecha territorial de España y el problema de cohesión y vertebración,
denunciando que el modelo actual de administración no funciona y condena al
olvido y a la pérdida a amplias regiones del país.
Ponía sobre la mesa de miles de
ciudadanos, preguntas incómodas como por ejemplo si es posible que un estado
democrático y social, permita que millones de ciudadanos se sientan abandonados
y despreciados por él. O si éste no tiene una obligación insoslayable con esta
parte del país. Es un debate que interpela al cuerpo político de toda la nación
y que afecta a todos los españoles con una mínima sensibilidad democrática.
Decía que si se esperaba más, la España vacía, no lo será sólo como metáfora.
Las densidades de población de algunas zonas de Soria y Teruel ya viven menos
de seis personas por kilómetro cuadrado, menos densidad que en Laponia, con lo que estos parajes, han pasado
a denominarse tristemente: “La Laponia española”, tal como describe Paco Cerdá
en su libro: “Los últimos: voces de la Laponia española”.
Otra cita literaria, que nombra
Sergio, es el libro: “La lluvia amarilla”, de Julio Llamazares, quién decía:
“La sociedad española es una sociedad urbana con una memoria rural. “ Aborda el
problema de la despoblación y como muchos pueblos morían, a la vez que lo hacía, el último de
sus moradores.
En 2018, casi de la mano de la
investigación de La España vacía y que casi podríamos considerar como un
“spin-off”, publicaba “Lugares fuera de sitio: viaje por las fronteras
insólitas de España”, donde reflexionaba sobre “los pliegues de los mapas”.
Aquí Del Molino, nos lleva por un recorrido por la España fronteriza, tanto
interna como externa, donde la gente pertenece oficialmente a un lugar, pero
sentimentalmente o culturalmente a otro.
En junio de 2021, publicaba:
“Contra la España vacía”, en esta ocasión, el autor desea tomar parte en el
debate que suscitó. No es una continuidad del anterior, Sergio sigue avanzando
en su análisis para actualizarlo con los acontecimientos de los últimos años,
pandemia incluida. En esta ocasión, en lugar de ser un mero narrador de lo que
ve, quiere tomar parte, aportar su opinión, dar su visión política y defender
el término contra los usos negativos del mismo, que han proliferado. El autor
ser revuelve contra el populismo, los
nacionalismos, los neoermitaños (que niegan el valor de la civilización), la
ausencia de patriotismo constitucional y la falta de pulsión cívica. De nuevo, todo esto lo hace con un alarde de
solvencia argumental, sostenida sobre múltiples fuentes y lecturas. Todo ello
bien rehogado, con un caustico sentido del humor, desde su mirada de pijoprogre
gafotas (cómo él mismo se define). Resultando un nuevo ensayo, donde de todas
las páginas se puede obtener una idea “de provecho”.
En esta continuación del
análisis, entre otras muchas cosas, comenta la supuesta vuelta al campo e incluye
a aquellas ciudades de España, llamadas
muchas veces “de provincias”, que se están convirtiendo en meros escaparates
para el turismo de interior, pero que están heridas de muerte, con una fuga
constante de población joven y donde su tejido empresarial se va destruyendo de
manera inexorable. El caso de ciudades como León, Soria, Teruel y similares.
Concluyendo:
Todos los problemas,
evidenciados en estas publicaciones, no son sencillos de afrontar, ni de
solucionar. Incluso pueden entrar en un auténtico circulo vicioso, si entramos
en la cuestión de si son antes los servicios para fijar población, o a la
contra, que sin población no puede haber servicios.
Se entiende que nadie proponga
colocar un policía, un médico y un profesor en cada aldea de cinco habitantes.
Lo se reclama es que no se mire hacia otro lado, como se ha hecho hasta ahora.
La solución va más allá de conseguir dinero o compensar desequilibrios entre
las dicotómicas Españas (rica/pobre, interior/litoral, rural/urbana…).
Administrar estos territorios extensos y despoblados, no se reduce a gestionar
o manejar un presupuesto, sino que requiere de imaginación, de salirse de los
márgenes conocidos y que nos han traído hasta aquí. Requiere de visión a largo
plazo, de generosidad, de altura de miras. Ingredientes de los que me temo
carecen buena parte de nuestra clase política y las administraciones.
Europa ha vuelto su mirada hacia
este problema que se muestra en La
España vacía y en la agenda de proyectos europeos y administraciones
autonómicas, viene ya obligatoriamente este apartado. Pero mientras tanto los
pueblos y las diputaciones provinciales, siguen mendigando fondos para mejorar, esta u otra infraestructura, pero
andan muy lejos de la creación de empleo, de la fijación poblacional o la
creación de una bucólica y llena de servicios, sociedad neo rural. Quizás lo que falte sea una voluntad real y
un estar dispuesto a crear una nueva realidad social.
Seguro que todos conocemos a
alguien que en las conversaciones familiares de sobremesa, apunta algunas
soluciones que podrían ser parte de ese “pensamiento lateral”, que tan necesario
es, para romper esa pescadilla que se muerde la cola de servicios vs población.
Pueden apuntar, por ejemplo que si se deslocalizaran
de Madrid partes de la administración, bien una secretaria de estado, un
instituto de estadística, un departamento documental, un negociado ministerial,
una consejería, etc. Y se llevara a una
cabecera de comarca, en un pueblo de especial interés o una capital de
provincia, de estas que decíamos que estaban en regresión, automáticamente
fijabas unas cuantos cientos de personas en un lugar; lo que se convertiría en un
antes y un después. Claro que eso
contrasta claramente con la realidad de los funcionarios de turno, que
probablemente se negarían a este tipo de movimiento. Podemos comprobar esta
situación en el hospital de Teruel, o en el de Alcañiz, o en los juzgados de ambos
sitios. Tanto los médicos como los funcionarios allí destinados, se resisten a
fijar su domicilio en estos lugares y van y vienen diariamente a sus puestos de
trabajo desde de la urbe mayor, que en este caso sería Zaragoza, y en cuanto
pueden acumular méritos y puntos abandonan estos puestos. Por desgracia es una
constate la búsqueda de profesionales sanitarios para los hospitales de Teruel
y ALcañiz, esto es extensible a los médicos
rurales, maestros y funcionarios de todo tipo, incluso la propia Guardia Civil que ha visto mermada su
presencia en las zonas rurales, de manera drástica en las últimas décadas.
Sin duda hay muchos retos en el
horizonte, muchas cosas por hacer y desde diferentes competencias. Pero…¿Qué
puedo hacer yo? ¿Cómo puedo contribuir a que no se ahonde en este problema? ¿Cómo
puedo contribuir en que la España vacía llegue a serlo menos?
Tenemos un claro ejemplo en la
asociación El Castillo, que con su labor,
basada sin ninguna duda en esas características de generosidad, visión a largo
plazo y altura de miras, desarrollan diferentes actividades para dinamizar y
crear atractivos, que hagan que las casas del pueblo vuelvan a ser habitadas,
que se cree un sentimiento de comunidad, de pertenencia y que evite que el
éxodo, si al final tiene que ser, sea sin retorno. Participemos en las
actividades que nos propongan, aportemos nuestro granito, arrimemos el hombro, acerquémonos,
desde la perspectiva de en qué puedo ayudar yo, o qué puedo aportar y entre
todos, cada uno a su nivel, luchemos para que, en primer lugar, esa España
vacía tenga al menos voz, para tener un futuro y en segundo lugar, salvaguardemos
la memoria y la realidad física de los pueblos que salpican la geografía
ibérica, y no los abandonemos a su suerte, ni como ciudadanos, ni como
administraciones.
Para cerrar; dar la enhorabuena
por esas 50 publicaciones de la revista el PRAU. Y traer como cierre, la esperanzadora
cita de Sergio del Molino en Contra la España vacía: “ Esta comunidad llamada
España tiene solución.”
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