Quería parecer que estábamos sacando la cabeza. Que la pandemia, bajando poco a poco, nos iba por fin, a dar un cierto respiro y podríamos volver a tomar el pulso a nuestra rutina. Que nuestra mayor preocupación sería la de pagar un gimnasio al que terminaríamos por no ir, o que viajaríamos en el próximo vuelo económico que ofreciera la aerolínea de turno. Vamos, que no habría incertidumbre en el horizonte, que todo volvería a su cauce y que por fin, por fin, podríamos darnos algún capricho y disfrutar a manos llenas, de esa vida, que quedó en suspenso hace dos años.
Pero mira por donde, la realidad es terca y si está de que no nos relajemos, pues, eso que no nos vamos a relajar.
Empezamos el año con una inflación disparatada, la mayor en muchos años, parecía que nuestro bolsillo iba a notar ciertos desajustes y alguna que otra tirantez. Que ahorrar iba a ser la nueva estafa piramidal, pero amigo, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida...
Dicen en los últimos memes, que los extraterrestres, que guardaban tranquilamente su turno, para aparecer después de la toma del Capitolio, de la pandemia, de los volcanes y de tener a Sánchez en la Moncloa; andan mosqueados, por que se les ha adelantado un señor allá por las estepas rusas, que pretender volver a dar a la desmembrada URSS, una nueva patina, algo así como limpiar, fijar y dar esplendor a una tierra ocupada antaño por unos zares que dieron paso a la revolución del pueblo y que ese Pueblo quiere retomar, antiguas, nuevas o futuras glorias, en detrimento de sus vecinos más cercanos y quién sabe, si con el tiempo, también a aquellos, de momento, más alejados.
En el horizonte una tercera Guerra Mundial, un apocalipsis nuclear y una nueva infección de millones de ciudadanos chinos, de quién sabe, que nueva o vieja cepa, de nuestro, ya viejo amigo, Covid-19. Vamos una fiesta.
A todo esto, y de manera más doméstica, la luz marcando récords diarios, hemos pasado de 50 € el MWh a 340 €. El gas disparado, el gasoil cercano a 2€ el litro, la gasolina ya ha saltado esa barrera. Problemas con el aceite de girasol, con los cereales, la carne, huelga de transportistas, desabastecimiento en los lineales. Empresas, que cierran momentáneamente, porque los costes energéticos, no les permiten mantener la producción a unos costes razonables. Subida y escasez de materias primas y por tanto de material manufacturado, problemas de deslocalización y encarecimiento de los contenedores y el movimiento de mercancías. Ya no se fabrican coches diésel, ni los constructores podrán mantener precios por la subida del hormigón, el hierro, la madera y el cristo que lo fundó.
Pedro Sanchez, con semblante preocupado, por las consecuencias económicas de una pandemia prolongada, una guerra en desarrollo y unas eléctricas y arcas del estado haciendo caja, anuncia que han de venir momentos difíciles y al día siguiente destina, atento: VEINTE MIL MILLONES DE EUROS, al ministerio de Irene Monero.
Al otro, destina la mayor partida que se haya dado nunca a los sindicatos: 17 MILLONES DE EUROS. Si añadimos lo que se dio a los periodista de su cuerda, durante la pandemia informativa y el estado (fallido), de alarma. Un manirroto en toda regla.
Si tenemos en cuenta, el silencio, cómplice de esos medios comprado, con los casos de corrupción y condena de múltiples políticos del PSOE y podemitas.
Ayuso, Casado y compañía haciendo el caldo gordo a sus enemigos, con las luchas intestinas de poder. Bildu y demás gobernando como si nunca hubieran manchado sus manos de sangre.
Con los sueldos constreñidos durante diez años y ahora una inflación que no nos la vamos a acabar en todo el año.
La madre que parió a la globalización, al independentismo, los coches híbridos, las macrogranjas, los/as/es veganas y toda la tontería puesta en fila esperando su turno.
Y tú, ahora ve, madruga, conduce hasta el trabajo, levanta este país, al que cada vez hay más gente que quiere hundir, sobrevive a una pandemia mundial, a una guerra mundial, a una deflación mundial y a la imbecilidad mundial y aún así, que podamos contarlo y dormir en una camita, con las sábanas limpias y un ambiente ligeramente cálido (sin pasarse), a pesar de que haga frío fuera. Así, que ni tan mal.
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