Arranca el año, y a mi siempre me gusta marcarme algunos retos e incluso, si es posible, cumplirlos, al menos algunos.
He leído por ahí, que en lugar de listar retos, concretos y exigentes, que muchas veces te llevan al fracaso y al estrés, lo mejor es marcarnos objetivos que nos hagan mejores, pero sin concretar, mas bien una declaración de intenciones . Es decir en lugar de decir, un día a la semana ir al gimnasio, aquello de: dedicarme más tiempo a mi, incrementar mi tiempo dedicado al deporte, la paz mundial...
Bueno, pues yo soy de la escuela draconiana y donde esté un buen fracaso, como aprendizaje, o como punto de toque, o patada en el culo, que se quite un té con pastas y propósitos melifluos y pastelones. Que al final del año tienes que decir, vaya, otro año más sin aprender chino, pues se dice. Otro año más sin el cuerpo de Hugh Jackman, pues bueno, pues vale igual tampoco lo aprovechaba, y así sucesivamente. Cuando, sí que pasa, que alguno lo tachas, como objetivo cumplido, te sientes como un titán y te sientes inconmensurable, que todo lo puedes, y eso compensa los otros no cumplidos, al fin y al cabo no eran tan importantes. Y a seguir, que la vida son dos días y uno llueve.
No entraré al detalle de mis retos para este 2022, algo que ver con la escritura y la lectura. algo con tema del campo, de la familia, del deporte, de la pintura... Aunque lo más importante, según leí el otro día, es hacer un pacto con este nuevo año y decir, yo no te pido nada especial, a cambio, no me quites a nadie y así tachar la línea del 2021 que decía sobrevivir y volver a disfrutar de los míos. A ver si este año sí.
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