Hilos.
Nos
sostienen unos lazos invisibles.
Pendientes
son de un hilo nuestras vidas,
nuestros caminos
impredecibles.
Hilvanados y
tejidos nuestros afectos,
con el hilo de tus
ojos negros profundos,
desde donde me gustaba asomarme.
Contemplar desde tu
mirada, el futuro.
Ese futuro que ya
no será nuestro,
si no el tuyo y
el mío, cada uno el suyo.
Apenas la
memoria de aquel tiempo,
en que todo
fue posible,
y nuestros
destinos se liaron
y nuestros caminos
coincidieron.
Cómo naufragó mi
vida
en la playa de
tu recuerdo,
y como volvimos a
los mismos errores
y a querernos
tan mal como siempre.
Aunque algún
día, al recordarme
te darás cuenta que
ni yo te quise tan mal,
ni tu me quisiste,
ni tanto, ni tan bien.
Cómo a pesar de
todo y aún así,
anhelaba dibujar
mis amaneceres en tu espalda.
Hasta que cada día
amanecía más lejos de ti,
más distante, más
frío, más aterido.
Rodeado de una
bruma que te borraba,
hasta no sentir
nada, salvo el vacío bajo mis pies,
el leve vaivén de
la navegación en soledad,
y la ausencia del
que ya no espera nada.
Perdida la
tensión de tu mirada
de tu afecto y
de tus noches,
aún seguía tachando
los días,
en los que no
estábamos juntos.
Aquellas promesas
descalzas,
los bolsillos
vacíos de esperanzas
y una maraña de
pensamientos,
que se enredaban en mi ánimo.
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