Hoy hemos recibido la triste noticia del fallecimiento de Matthew Perry. Muere el hombre y permanece el personaje, ese querido, sarcástico, ocurrente y entrañable Chandler. Y aunque en su vida real, la de Matthew, tubo que lidiar contra gigantes, sus adicciones, y el mismo decía : "No soy Chandler", cuando la gente se acercaba a él llamándolo por el nombre de su personaje; su trascendencia será la de Bing y su participación en la serie Friends, desde 1994 a 2004, y así acompañó a muchas personas que disfrutaron durante ese periplo y muchos otros, que la siguen viendo en las diferentes plataformas que se sigue emitiendo.
Es curioso, cuando a veces te llega una noticia de alguien a quien no conocías personalmente, pero que en cierta manera forma parte de tu vida y su muerte la llegas a notar como algo próximo. Escribía hoy Sergio del Molino en El País sobre Perry y empezaba:
Hemos recibido la noticia de la muerte del actor como si fuera la de un amigo. Quizá seamos pretenciosos e insensatos, pero la pena es genuina y hasta legítima. No entendemos ni podremos entender su tragedia. Tan solo podemos especular.
Es un buen momento, cerca de la celebración de Todo los Santos, de traer por aquí, unos versos del maravilloso poeta de Moguer, tan conocido por su Platero, Juan Ramón Jiménez. Unas líneas que nos traen el contraste entre la eternidad de la naturaleza y de las cosas más cotidianas que nos rodean, frente a la finitud del ser humano y su mortalidad. Esa muerte que se ha llevado a un luchador, a un buen tipo, Matthew Perry. Al menos siempre nos quedara el inefable personaje de Chandler y esa maravillosa serie, que está en el Olimpo de los grandes recuerdos.
Y yo me iré, Y se quedarás los pájaros
cantando.
Y se quedará mi huerto con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido,
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y lejos del bullicio distinto, sordo, raro
del domingo cerrado,
del coche de las cinco, de las siestas del baño,
en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu de hoy errará, nostálgico.
Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.
Juan Ramón Jimenez
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