Este recién pasado fin de semana, fue el primero en que hubo total movilidad dentro del territorio español. Saturación en las salidas y entradas de las grandes ciudades, zonas de playa abarrotadas, ya no te digo nada de las terrazas o de las rebajas. Conclusión: no hemos aprendido nada y además nos la trae al pairo. Aquello de que el mejor regalo de la memoria es el olvido. Pues ahí está el hecho, la mayor y total amnesia colectiva de este siglo XXI.
Yo, estos días he andado revuelto, no por temas macros, como la economía o el tema covid-19, si no más bien por temas micro e internos. El trabajo inmediato, temas personales, futuro de los hijos, a donde vamos, de donde venimos, estamos solos en la galaxia, qué sentido tiene el nihilismo existencial, porqué no se le echa cebolla a la paella, las vacaciones más inmediatas y las posteriores, los hoteles, apartamentos y ese equilibrio entre tengo que ahorrar y que sólo se vive una vez. Es decir un sin vivir, un desasosiego vital, una falta de identidad, la búsqueda de la asertividad y en ultima instancia la llegada al nirvana de la ataraxia. Vamos en resumen: una semana de mierrrrrdaaaaaaa!!!
El verano llegaba el día 20, con el solsticio, así que volviendo a un tema recurrente, ya tenemos el veranito aquí. Aquel al que despedimos hace unos meses con tanto pesar y las ganas terrible de que volviera. Pero este año 2.020 no es un año al uso. ¿Alguien lo duda a estas alturas de le feria? Y este verano está aquí, pero con ganas de tocar las pelotas. Eso de, sí, llego, pero, olvídate de unas vacaciones al uso, dale caña a los hidrogeles, a las mascarillas y ojo que vengo con un rebrote en la zona del bajo Aragón y de la comarca de la Litera, que para qué las prisas. No habrá paz para los mortales. Así que no sabes si coger ese apartamento en la playa o si ir a la piscina, o no hacer nada, o si, o quizás sólo unos días o si realmente estoy llevando la vida que me gustaría llevar o no queda otro remedio y te jodes. El mundo es un pozo de desasosiego.
Así que he aparcado durante un tiempo la bici, me he sentado frente al mar, mientras la brisa me acariciaba la frente y la sal me trasladaba a universos de galeones y piratas. He mirado hacia el horizonte esperando una señal, un camino por el que transitar. He escudriñado, he estirado el cuello y hecho visera con las manos, para mitigar lo rayos del sol en mis ojos y he pasado un rato así. He sacado mi móvil y al ver la hora, me he dicho: Ostras, que tarde es, hora de volver a casa. Hoy es el primer día de piscina del peque y no me lo perdería por nada del mundo.
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