martes, 7 de agosto de 2018

Pedaladas V. 2018



Se resiste la entrada de las lecturas, Benedetti sigue inexpugnable.
Se acercan, las vacaciones. Mario ya tiene dos meses. Llevamos una ola de calor que nos recuerda que es agosto, por si no nos acordábamos, centrados en el trabajo y otras cosas.
Nunca he colgado aquí el cartel de cerrado por vacaciones y desde luego no lo voy a hacer ahora. Las entradas este año están siendo menos abundantes, como si existiera una sequía creativa en este páramo de letras. No es así, no falta creatividad, falta tiempo para hacer todo lo que se debe, para hacer todo lo que se quiere.
Agosto deja atrás al tour de Francia y sus siestas de las tardes infantiles y juveniles de julio.
No hay nada más nostálgico y más evocador que los veranos pasados. Quizás, no haya época en el año, que nos haga ser tan conscientes, de lo que hemos ido dejando atrás: vivencias, personas, ideas y cosas. Sólo la esperanza, la curiosidad de lo que nos encontraremos en la vuelta al cole, nos da la fuerza para cruzar y disfrutar de este impasse estival.
De nuevo, en estos pocos días futuros de asueto, se acumulan tareas y proyectos. Para descubrir a la vuelta de cada verano, que siempre hemos hecho menos de lo que queríamos. Por eso arranca siempre septiembre con el  acto de contrición de hacer nuevas cosas, encarar nuevos propósitos, por todo aquello que abandonamos o descuidamos al borde de la toalla, o a los pies de las casas de los abuelos.
El verano es un territorio virgen, inexplorado, cambiante, forjado de familia, aventuras, romances, actividades, lecturas, paisajes... Un territorio siempre por descubrir, a veces sorprendente, a veces frustrante.
Recuerdo los deberes de verano, los cuadernos de vacaciones, las guías del cole. Y a la vuelta, siempre, clavada en mi pituitaria, el olor al forro de plástico de los libros nuevos, al papel, a las ceras, a la tortilla de patata de mi madre.
Nos vamos, para volver con más ganas, para encarar la caída de las hojas, la pérdida de nuestra juventud, de nuestros sueños. Nos reinventamos con cada verano y con cada regreso.
Si el pasado es un territorio extranjero, bien podríamos decir que el verano es: "territorio Gaboni", ¿Os acordáis de las antiguas películas del tarzán de Johnny Weissmuller. 
 

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