Este pasado fin de semana estuve en uno de esos lugares que me recargan las pilas. Uno de los "sitios de mi recreo". De los sitios que ya forman parte de mi y yo de ellos. Que han escrito hojas en la historia de mi vida y me han acompañado en diferentes momentos. Un lugar para descansar, relajarme, reencontrarme y si así lo deseo, para perderme, para agotarme y para no parar.
El tiempo no acompañó, pero eso no fue ningún problema, aproveché para leer algo que tenia pendiente desde hace un tiempo, "Confesiones de un pequeño filósofo", de Azorín. Lectura de todo un clásico, describe los recuerdos de su niñez de una manera sencilla. Me gustó.
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