Pues sí, después de la promesa que me hice a mí mismo, de que no dejaría que pasara otro año sin acudir a las Vaquillas, lo he cumplido.
He podido volver...
Volver a recorrer Teruel, inmerso en esa marea blanca y roja, desbordados de visitantes y con el sonido de la calle, de las orquestas y la algarabía de las peñas.
Volver a vestir la gorrinera.
Volver a emocionarme con la puesta del pañuelico a nuestro Torico querido.
Volver a marchar tras las charangas, riéndome y disfrutando de cada momento.
Volver a reencontrarme con amigos de siempre, algunos a los que hacía veinte años que no veía y descubrir amigos nuevos, con los que compartía fuegos artificiales y cerveza en estas fiestas.
Volver a levantarte con las piernas lastradas por el cansancio, pero con el espíritu flotando después de las risas y el compadreo.
Vover a merendar a la plaza, viendo comos las peñas la visten de color.
Volver a sentirme vaquillero y turolense de pro.
Volver a sentir que vivo algo mío, algo a lo que pertenezco.
Al fin y al cabo, diez años de ausencia, es mucho para cualquier cosa, pero para Vaquillas más.
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