martes, 29 de diciembre de 2020

Adiós 2020.


Que incautos, como festejábamos la marcha del 2019, como nos congratulábamos con ello. Que brindis, que abrazos, que alegrías. Cuantas veces nos alborozamos con ese 2020. Le hacíamos la burla yo especialmente, al 2019, pues en mi familia los años acabados en nueve habían sido de mal agüero y de infausto recuerdo y éste, precisamente, había sido amable, sin echar cohetes, pero amable. Yo ya no se si pensar que este 2.020 va por libre, o es el 2.019 que ha extendido sus tentáculos y ha hecho de las suyas, para nuestra desgracia. Va a ser lo del refrán de marzo, aquello de: "Marzo, marzuelo, tres días te quedan, ya no me haces duelo". Le decía el labrador. Pero éste le respondía, "no te fíes, pues con los tres días que me queden y alguno más que le robe al mes de abril, toda tu cosecha se ha de ir". Pues extrapolado al tema pandemico, algo parecido.

Al final, ya me da un poco igual, si es el 2.020 genuino o es el 2.019 camuflado de éste. La cuestión es que termine y que el 2.021 sea más luminosos, menos plomizo y hermético. Que nos devuelva los viajes, el deporte, las tertulias entorno a una mesa, los abrazos, a nuestros mayores y los juegos de nuestros hijos con otros niños en el parque. O que dejemos de mirar con reprobación a los jóvenes y adolescentes, que sólo intentan hacer, lo que se suponen que deberían de hacer en circunstancias normales, divertirse y disfrutar de la vida. La irresponsabilidad no es una edad, ni un periodo de la vida. Es una actitud, cimentada en el egoísmo, ese que hace que aparques en medio de dos plazas, o que hace que dejes el coche en doble fila en una calle transitada, o que hace que tires una lata de refresco en el monte o una bolsa de doritos en el mar.

La pandemia no nos trajo el egoísmo, nos recordó que estaba allí. Como el de esos vecinos, egoísmo y miedo irracional, que le escribían en un anónimo a su vecina, que no fuera a dormir a casa, que mejor se alojara temporalmente en un hotel o se quedara en el hospital donde trabajaba, hasta que acabara todo esto.

No se si el año que viene nos deparará más ERTES, o despidos, o impagados, o ruina, o desgobierno, o la tercera república, o la revolución de lo necios, o sálvese el que pueda.

No se si hemos aprendido algo, o si nos valdrá para ser mejores, o si valoraremos más las cosas cotidianas.

Sólo se que en muchas ocasiones, más de las que me gustaría, el hombre es lobo para el hombre y que cualquier circunstancia o desgracia, aderezada con esas gotas de egoísmo o intransigencia hacen que de ser una situación mala pase a terrible.

Me gustaría creer que el 2021, traerá generosidad, grandeza de miras, tranquilidad, paz, amor y acabar con el hambre en el mundo. Pero me temo que esas frases solo sirven para concursos de misses trasnochados. Me consuelo pensando que Rusia es una tierra maravillosa, llena de gente maravillosa.



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