Nunca me han gustado las personas que promueven cismas. Sobre todo, porque la mayoría de las veces lo hacen siguiendo intereses bastardos y para nada pensando en el bien común.
No me han gustado nunca los que ningunean y descalifican a los demás, porque generalmente es debido a su falta de méritos y su búsqueda de brillar a base de apagar la luz de los demás,
No me han gustado nunca los que están instalados en la crítica destructiva sin aportar soluciones y que únicamente se dedican a señalar con el dedo los reales o figurados defectos de los demás.
No me gustan las personas de trato arisco y desabrido, llenos de prepotencia y orgullo que son incapaces de aceptar su desconocimiento, llevarán al barco al abismo antes que reconocer que no saben hacia donde van.
No me gustan los que obvian el error, para centrase en el culpable, con la idea de humillarlo y demostrarle su inferioridad moral y ejecutiva.
No me gustan los soberbios, los que no escuchan, los que creen que lo saben todo.
No me gustan lo que se otorgan méritos ajenos, los que arrinconan a sus colaboradores, a los que no saben, ni quieren, hacer equipo.
No me gustan los que usan dobles varas de medir. Lo que promulgan aquello de haz lo que diga, no lo que haga, lo de la ley del embudo, lo estrecho para ti y lo ancho para ellos.
Desprecio profundamente a esos seres, que tanta felicidad encuentren, como paz dejan en los lugares que finalmente les escupen, hartos de tanta bilis y tanto amargor. Mezquinos, mediocres, condenados a saltar de puesto en puesto, durando el tiempo en que se les tarda en conocer su naturaleza. Con Dios mamones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario