La naturaleza golpea de nuevo, en este caso ha sido en Lorca. Nos recuerda que el hombre, el ser supremo de la creación, es un frágil barquito navegando en agitadas aguas.
Quizás los griegos tenían algo de razón pensando en que las vidas mortales eran el juguete de los dioses, manejaban nuestra nave a su antojo y se reían de los chapuzones y zozobras.
De nuevo pasará el dolor y retomaremos esa sensación ilusoria de control. Nuestro barquito nos llevará a diferentes puertos, cada uno trazará su rumbo, habrá abordajes, galernas, naufragios y hasta motines a bordo, pero hay días en que el capitán, abrazado a su timón y escuchando su brújula interior, sentirá que el cielo es más azul, el sol calienta más y allí en el horizonte, intuirá que alguien le está esperando.
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