domingo, 8 de septiembre de 2024

PEDALADAS IV 2024


Hubo una época, en que para mí, era más importante el comienzo del curso, que el comienzo del año. Eso fue cambiando con las responsabilidades laborales, los budgets, los Kpis y los ejercicios fiscales. Pero no deja de serme familiar y cercano el cambio, el reto, la aventura y la novedad que supone un nuevo curso escolar.
No me es para nada ajeno, el acarreo de nuevo material escolar, las extraescolares, los nuevos compañeros, horarios y todas las novedades agradables o desagradables que depara un regreso a las aulas.
Septiembre regresa tozudamente a arrancarnos del parnaso estival, de las playas llenas de arena, de los pueblos llenos de riachuelos y compañeros de aventuras, de destinos exóticos o castizos, pero alejados de los escenarios de nuestros quehaceres diarios. Es ese tutor pesado que nos devuelve, arrastrando del brazo, a nuestros puestos de trabajo, a nuestras vidas de currelas.
La verdad  sea dicha, lo llevo mal, ansiedad, tristeza profunda, deseo exacerbado de  vida de jubilado, brazos caídos, dolor vital, ojeras profundas, pie de atleta...Y eso que peino canas, soy el piloto de mi vida y debería de estar ya inmunizado de estas depresiones postvacacionales, así que no quiero ni pensar como será para los más pequeños. Yo creo, que es en este tipo de escollos, donde las infancias se van haciendo trizas, a fuerza de chocar cada año en ellos.
El más peque ha pasado un verano tremendo. De esos que José Mota diría: No digo que me lo mejores, no, iguálamelo. 
Dos semanas completas de playa, otra de viaje a una ciudad del norte, y otras cinco en el pueblo, cuatro de ellas sin la supervisión entre semana de sus padres. Vamos, lo que viene siendo un poco asalvajado. Su rutina diaria consistía en levantarse cuando se lo pidiera el cuerpo, las más de las veces se lo pedía muuuy tarde, luego piscina, vermut con oreja, comida, juegos en casa, paseo, bici, cena, para luego salir a jugar por todo el pueblo con el resto de lo chicos, hasta pasadas las 24:00. 
Ahora vas tú y le metes ocho horas  de disciplina colegial, entre cuatro paredes, madrugones a las 7:00, fútbol, plástica, judo, psicomotricidad, ukelele, sumas, restas, lectura comprensiva, conocimiento del medio, el documental de la recolección del coco en Siberia, etc, etc, y ríete tú de mi astenia veraniega, el pobre muchachito no debería levantar cabeza hasta Semana Santa. Pero estos chicos son de otra pasta, todoterrenos, inasequibles al desaliento, Semper Fidelis.
Como ejemplo de lo que digo dos fogonazos de este verano, que ilustran las ocurrencias y su capacidad de adaptación:
El primero  cuando nos contaba con todo el gracejo, que había ido al gimnasio de mayores que hay al lado de la piscina y que se había metido tanta "cancha" que casi se parte los sobacos (sic).
Y el segundo, una escena que presencié ayer, cuando le llamé para que guardara la bici y se subiera al coche para volvernos a Zaragoza. El amigo con el que estaba jugando le pregunto si ya se tenía que marchar del pueblo. Él le dijo que sí y acompañado de una mirada cómplice le dijo: "Nos lo hemos pasado bien". El amigo dejó su bici en el suelo, se acercó y se fundieron en un abrazo.

PEDALADAS IV 2024

Hubo una época, en que para mí, era más importante el comienzo del curso, que el comienzo del año. Eso fue cambiando con las responsabilidad...