¡Qué jodido el Sabina! ¿Cómo podía saber lo que nos venia, hace ya tantos años, desde que sacó su disco del hombre del traje gris?
Pues sí, nos han robado el mes de abril. Nos lo han hurtado, sin más. Además ha sido un expolio colectivo, a todos. A algunos no sólo les han robado el mes de abril, si no su propia vida, la de un familiar o el medio de subsistencia.
Asomarnos a las cifras del desastre, nos produce perplejidad, vértigo y desamparo.
¿Quién nos lo robó?
¿Un maldito virus?¿Una conspiración de las economías emergentes, para hacerse con el control de los mercados occidentales?¿Unos laboratorios deseosos de nuevos productos y amenazas? ¿Unos gobernantes incompetentes que no supieron anticiparse, que sólo reaccionaron de manera dramática y ya tarde, después del tan cacareado 8 de marzo?¿Una clase política cainita, que hace leña del árbol caído y que todo se convierte en arma arrojadiza en función de las manos en que cae?¿El miedo?¿La certeza?¿La precaución?
El hecho, la realidad, es que el mes de abril de 2020 se nos ha ido, confinados en casa, con el país sosteniendo la respiración, un stand-by generalizado, que ha dibujado una realidad completamente diferente a la que estábamos acostumbrados.
Iremos retomando, poco a poco, el pulso de nuestra existencia. Las bicicletas estáticas compradas en plena reclusión no llegarán nunca a las casas. Todos añoraremos nuestras terrazas y jardines inexistentes. Empezaremos a dejarnos ver por las calles, buscando un sol que extrañábamos.
Y todo, día a día, fase a fase, irá retomando a la rutina que teníamos antes de la irrupción del coronavirus.
Y la vida volverá a transcurrir en su extraordinaria normalidad.
Y nos olvidaremos, incluso aunque la enfermedad vuelva a tener sus repuntes o sus amagos. Nos olvidaremos.
Y dentro de muchos años, cuando nos pregunten y el frágil barquito de nuestros recuerdos, se vaya abriendo paso lentamente y al final, atraque en el puerto de nuestra memoria, acertaremos a decir, entre otras cosas, que nos robaron el mes de abril.
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