martes, 20 de agosto de 2019

El "veraneo" es una cosa muy seria.



Comenzaremos definiendo claramente el concepto de "veraneo". Entiendo que no es otra cosa que ese periodo de entre quince días y un mes, los meses de entre junio y septiembre, donde el españolito de a pie se toma sus merecidas vacaciones, después de meses de madrugones, esfuerzos y sinsabores.
El veraneo tiene su historia y por tanto su evolución. Pasó, de centrarse en un mes de agosto, donde todo se paralizaba,  a repartirse por los diferentes meses estivales. Igualmente, pasó del mes completo, a irse reduciendo hasta los quince días e incluso la semana, para permitir viajar en otras épocas del año a destinos más sofisticados.
El veraneo tradicionalmente buscaba un destino de sombrilla y playa, esto también va cambiando, cada vez más gente aprovecha para hacer viajes largos, saltar el charco o perderse por el continente asiático.
Mi opción ha sido la más castiza, costa cercana y sin más rutina que playita, paella, siesta y de nuevo playita, comer y dormir en un bucle constante durante diez brevísimos días.
Si de algo me he dado cuenta y he sido consciente en esta semana playera, es que como reza el título de esta entrada, el "veraneo" es algo muy serio. Me explicaré:
No soy, de normal, de esos que pegan la oreja en conversaciones ajenas, pero hay veces, y a vosotros os pasará igual, que no puedes dejar de escuchar un dialogo o parte del mismo, que de manera espontánea capta tu interés y de forma disimulada lo sigues en incluso te apetece intervenir, a veces hasta haces comentario a tu acompañante sobre lo que escuchas en la otra mesa. Pues bien, durante el año vas captando conversaciones aquí y allá, en entornos profesionales, en la calle, en el gimnasio, etc. y por lo general se habla de banalidades, del fútbol, del fin de semana, de gastronomía o de donde vas a ir de viaje o de vacaciones, como mucho sobre la última serie que has visto. Sin embargo durante este periodo veraniego, las conversaciones que he escuchado no eran para nada ligeras, al contrario, eran trascendentes, sesudas, de calado, sobre las pensiones y la vida después de la jubilación, sobre las elecciones en la universidad y el futuro más inmediato, las relaciones entre familia y pareja, alquilar o comprar o el coste de los artículos de primera necesidad, incluso sobre el propio sentido de la vida .
Me daba la sensación que ese momento de relax, donde dejamos aparcadas nuestras obligaciones, prisas y rutinas es cuando el hombre reflexiona con profundidad, ese manido: hacia donde vamos y de donde venimos. Donde tiene tiempo para evaluar su entorno, su existencia y surgen esas reflexiones y pensamientos que durante el día a día, del resto del ocupado año, se quedan en un rincón de nuestra mente dejando paso a otras cosas. Un momento para planificar nuestras próximas acciones, o para sopesar las pasadas y marcar una nueva ruta, una nueva dirección.  Me da la sensación de que bajo el refugio de las sobrillas multicolores, se marcan más líneas estratégicas, que en muchos consejos de ministros o mesas de administración.
 

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