La felicidad, esa esquiva sensación.
Una compañera que nunca está demasiado tiempo con nosotros, aunque tampoco nos abandona sin remedio.
Parece que a veces jugara con nosotros, envolviéndonos en una danza tribal, donde aparece y desparece en los momentos más insospechados e inoportunos.
Si la buscas con denuedo, es asustadiza, sin embargo, si le das la espalda, te toca ligeramente el hombro para recordarte que ahí está.
Juguetona y caprichosa, como la suerte, pero que al contrario de ésta, depende de nuestra actitud para retenerla, o al menos verla con cierta frecuencia.
Dichosa felicidad, en ambos sentidos.
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