sábado, 29 de junio de 2013

Ningún verano es igual al anterior.

 
 
Así es, una perogrullada, quizás, pero darse cuenta de esto da un cierto matiz a las cosas. Quizás algunos se parecieran en su día, pero ni aún esos, eran iguales los unos  a los otros, fundamentalmente, porque nosotros, los protagonistas, ya no éramos los mismos que los del verano anterior, ni seremos los mismo que los del verano siguiente.
Ningún verano se parece al anterior, ni las circunstancias de los mismos.
Cada vez que comienza un verano, ya desde nuestra más tierna infancia, parece que comienza una gran aventura, un periplo que desembarcará en las orillas de un septiembre con olor a libros.
Aún ahora, y por extensión en una alargada década, el verano tiene aire de paréntesis, de terreno inexplorado, ignoto, donde cualquier cosa es posible y cualquier hazaña es alcanzable, cualquier aventura viable. Una promesa, cada año una nueva. Como un juguete esperando a ser sacado de su envoltorio.

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