miércoles, 7 de agosto de 2019

Vacaciones en el mar.


Quién me iba a decir a mi, nacido en la España interior, aún más, nacido en la España vacía, que surcaría el Mediterráneo cual pirata berberisco, acechando y desembarcando en los puertos de Nápoles (ahhh la bella Italia), Civitavequia, Livorno y Villafrache . Pero así ha sido este verano. La familia en pleno hemos disfrutado de un crucero por el mediterráneo más cercano.
Hemos visitado lugares cargados de historia, navegado por donde ya lo hicieron los fenicios, Aníbal y los cartagineses, por supuesto las águilas romanas,  la flota aragonesa y más recientemente hasta la sexta flota.
Era impresionante estar rodeado completamente de agua, llegar a los puertos o alejarse de ellos, mientras la popa iba dejando una estela plateada a su paso. Los atardeceres, con el cielo empeñado en parecerse a un tequila "sunrise". O desembarcar estando el barco fondeado en una bahía y dirigiéndonos a tierra con una embarcación más pequeña, sintiendo el batir de las olas en el pequeño casco y acercándote a la costa salpicada de bonitas casas de colores. En ese momentos no desearías irte de allí nunca, querrías mudarte a vivir asomado a alguno de esos balcones orientados al Mediterráneo, observando cada cierto tiempo, como enormes cruceros, desembarcar a floreados turistas que miran estupefactos y con envidia, las fachadas de las casas desde las que observas.

 

Todo eso, en relación de las sensaciones de navegar y aproximarte a la costa. Si ya hablamos del lujo asiático del interior de estos barcos, el buffet, la barra libre, la cantidad de actividades de todo tipo, el casino, la comodidad de viajar en una autocaravana flotante, donde te movías pero sin moverte, sin hacer/deshacer maletas y con una extensa tripulación a tu servicio, presta a satisfacer cualquier demanda que les hicieras, desde un mojito, pasando por unas olivas gordales, un "destornillador", o una piña colada. Vamos: el paraíso en la Tierra, o mejor dicho en el agua.
Por una semana vivimos como auténticos "pachas", aristócratas del mar, niños consentidos, con la única preocupación y responsabilidad de elegir correctamente el segundo plato del menú.

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