viernes, 2 de marzo de 2018

Otro mes más.

 
 
Y de nuevo, la facturación del primer día del mes. La evaluación de los objetivos. La nómina recién ingresada, los diferentes recibos cargados en cuenta, las tarjetas, la factura del móvil. Un suma, resta y sigue, hasta el próximo devengo, el próximo ingreso, el próximo día de facturación, el próximo mes.
En pos del Budget anual. Detrás de la cuenta de resultados y del desempeño adecuado. Anhelando recibir el salario con el que nos recompensan, que compra nuestros días, empeña nuestros sueños y condiciona nuestras ilusiones. Y a la vez, irónica, sarcástica y contundentemente: bendito salario, bendita cadena, que tantos otros querrían tener anclada a sus tobillos para sentirse sujetos, asidos al terreno, a la rutina de un trabajador por cuenta ajena.
Así pasan los días, pasa la vida y pasamos nosotros, dejando más o menos huella por el camino.
Algunas vacaciones, observamos, con envidia, a los hippies que viven de vender pulseras en los mercados improvisados a la orilla del mar. O nos descubrimos embebidos en la contemplación de paseantes, testigos de otras vidas. Imaginamos otras posibles realidades, aventureros, descubridores, vividores. Fantaseamos con hoyar otros caminos, marcar otros pasos, despegarnos de nuestra realidad.
Y entre dientes tarareamos aquella canción de Sabina que dice:
"
No soy un fulano con la lagrima fácil
de esos que se quejan solo por vicio.
Si la vida se deja, yo le meto mano.
Y si no aun me excita mi oficio,
y como además sale gratis soñar,
y no creo en la reencarnación,
con un poco de imaginación ,
partiré de viaje enseguida
a vivir otras vidas,
a probarme otros nombres,
a colarme en el traje y la piel
de todos los hombres
que nunca seré..."...
...

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