martes, 5 de mayo de 2015

LA SEMILLA.


El olor era característico, un olor dulzón y a especias salía de cada uno de los locales que tenían sus puertas a la calle. Los escaparates llenos de patos y platos preparados, pretendían ser una invitación a entrar. Desde luego nada más lejos de mi intención y de mi estómago. El barrio chino de Londres siempre era un espectáculo, una sinfonía de olores, colores y sonidos. La última vez que estuve me costó dar con ella, esperaba que es esta ocasión mi memoria no me jugara malas pasadas y acabara dando vueltas y vueltas viendo patos laqueados.

Allí está, reconozco la entrada, pequeña, flanqueada por dos farolillos de papel , con un pequeño dragón enroscado en el dintel de la puerta. La última vez llegué aquí por recomendación,  buscando un imposible, hoy repito. Si hay un sitio donde encontrar las mayores de las rarezas es esta pequeña tienda. el señor Chang la regenta por lo visto desde hace años y nadie sabe a ciencia cierta su edad. Entro haciendo sonar unas campanillas que alertan de mi presencia. En seguida el señor Chang está junto a mi, tiene el pequeño paquete preparado. Las nuevas tecnologías es lo que tienen, puedes encargar lo que necesites sin necesidad de estar allí, pero recogerlo quería hacerlo yo personalmente, es demasiado valioso para dejar que se pierda en los almacenes de una mensajería.

El paquete es pequeño, forrado con papel de estraza y una cuerda de colores, ya lo tengo. Antes de marcharme el señor Chang me recuerda cómo debo proceder, los cuidados que tengo que prestarle y el tamaño de la maceta que albergará este pequeño tesoro. E insiste, la paciencia es la madre de todas las virtudes. Sí, una semilla, un pequeño tesoro, pues lo que espero de ella es lo que la hace extraordinaria. No veo el momento de llegar a casa y ponerla en la maceta  que la espera.

Por fin en casa, la mezcla está preparada, una mezcla indicada por antiguos sabios orientales, que indican la proporción exacta de cada tipo de tierra que deben albergar esta milagro. La riego con mimo, por primera vez. La coloco cerca de la ventana donde no le de ni mucho ni poco la luz del sol. Alejado del radiador, para no tener un foco de calor muy cercano, pero sin renunciar a un ambiente cálido, coloco un humidificador cerca, para que pueda mantener una humedad constante. Me acuesto, no sin antes darle la bienvenida a esa semillita que está en el vientre de la maceta de barro.

Cada día, por la mañana y por la noche, la riego y le leo, unos días poesía, otros días los clásicos de la literatura contemporánea, otro día clásicos griegos, incluso me atrevo con libros de autoayuda o de psicología, o libros con historias interesantes, de escritores casi desconocidos, pero nunca con Bets sellers, no quiero arriesgarme.

Pasan las semanas, los meses, mis esperanzas se tambalean, creo que me han timado. Mis atenciones se reducen a la mitad. Aún así, mantengo la rutina, quizás esté cerca el día que germine y muestre sus ramas, y luego en primavera me regale el primero de sus frutos, el esperado, el tan anhelado, el motivo de mi búsqueda.

Han pasado ya dos inviernos y a punto de entrar la segunda primavera, creo que definitivamente era todo una quimera, un engaño para ilusos como yo. Un mes más y si no plantaré un geranio y me reiré de mi mismo y del viaje a la misteriosa tienda del señor Chang.

¡Dios mío! Ha salido el primer brote y mientras me preparaba el desayuno ha crecido cuatro dedos, el tallo es delgado y tiene un color verde pálido, pero si crece este ritmo en una semana será una planta con todas las letras.

El ritmo de crecimiento es increíble, la primera noche ya medía dos palmos, en tres días ha alcanzado la altura de metro y medio y ha empezado a echar hojas, grandes, anchas, recubiertas de cierta pelusilla, han salido varias ramas, también llenas de hojas, al menos ha dejado de crecer a lo alto.

Esta mañana aparecieron dos flores, de un blanco inmaculado, sedosa, con unos pistilos dorados, hermosas, ¿Quién era el iluso? Creo que lo voy a conseguir, voy a conseguir el dulce fruto de mis viajes, de mis cuidados, de mis desvelos.

Las flores se han convertido en dos saquetes, que van aumentando de tamaño poco a poco, creo que un par de días eclosionarán y dejarán ver lo que esconden.

¡Aquí está! Se ha abierto una de ellas, la otra se ha secado, no se muy bien el motivo, pero es igual, lo que he visto ha cubierto de sobra las expectativas que tenía. Es un libro, un precioso y bien encuadernado libro, en rústica, con unas letras doradas en el lomo.

El esfuerzo ha merecido la pena, es mi primer libro.

©Jesús J. Jambrina

 

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