Hace muchos años, unos veinte, vivimos una anécdota cuando menos graciosa.
Paseábamos un grupo de amigos por el centro de Zaragoza y nos paramos en un paso de cebra.
Un poco retrasados de nosotros venía una pareja de chavales, más jovencitos que nosotros, alrededor de los dieciséis años. Venían hablando de sus cosas y al parar a nuestro lado, pudimos escuchar la pregunta que le hacía uno al otro:
―¿Tú crees en los monstruos?
Verde...nos miramos divertidos y no pudimos disimular nuestras carcajadas, incluso alguno dijo aquello de:
― Hola, soy Coco.
Muy divertido.
El tiempo ha pasado y muchas veces me viene esa anécdota a mi cabeza, sobre todo cuando escucho y veo alguna noticia:
La de aquel padre que encerró de por vida a su hija en un sótano y abuso de ella, además de crear una progenie incestuosa.
La de aquel novio despechado, de apenas 19 años de edad que mató a su novia, escondió el cadáver y anda poniendo en un brete a las autoridades y los familiares de la víctima.
La de ese estudiante que entró en un instituto y acabó con un montón de sus antiguos compañeros.
La de la madre que acaba con la vida de su hijito a base de malos tratos.
La del hombre que acaba con la vida de su mujer por un arranque de violencia, después de haberle amargado la vida.
Y podríamos seguir, lamentablemente con muchos otros casos.
Por desgracia, he de rendirme a la evidencia y contestar:
― Pues sí, creo firmemente en la existencia de los monstruos.
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